viernes, 17 de octubre de 2008

Garzón pide pruebas de que Franco ha muerto: todo esperpento tiene su explicación.

Se le había hecho tarde. ¡Los casos de la Audiencia son tan voluminosos! Pero el Juez Garzón se siente cansado y decide volver a casa; que ya es hora. Al salir de su despacho, los escoltas se desperezan y se ponen en pie, andando rapido, para situarse por delante y por detrás de él. Llegan a la puerta. Su coche y el de escolta ya están esperando. Se apresura porque tiene ganas de arrellanarse en el asiento. De repente, un lejano clamor se hace audible a su espalda: “…anco, …anco, …anco”. Garzón se gira para ver la fuente del extraño sonido. Pero no hay nada. Así que se da la vuelta esperando alargar la mano y abrir el coche, pero tampoco hay nada. Está sólo, Los coches y los escoltas han desaparecido. Mira a un lado, mira al otro; no se ve un alma en el resto de la calle. A la sorpresa le sigue una ligera desazón, empieza a sentirse nervioso. Pero no tiene mucho tiempo para preguntarse lo que ocurre, porque a pocos metros de distancia, alguien sale de la penumbra y se hace visible a la luz de una farola.

Es un vejete, delgado y con un bigotito. Lleva gafas de sol, pero sus ojos chiquitos, duros y fríos, como chinas negras de río son bien visibles. Lleva uniforme de Capitán General de los Ejercitos, la Laureada de San Fernando y, en lugar de gorra de plato, un gorro de legionario con borla y todo. Le señala con el dedo, agitado por el parkinson, pero con mucho imperio. Y oye como le llama con voz atiplada:

- Señor Juez”.

Garzón está mudo de espanto. No sabe que le da más miedo; lo extraño de la situación, la mirada helada de su interlocutor, o el hecho de que éste no tiene pies. Flota a una cuarta del suelo y su cuerpo se acaba de forma difusa. En cualquier caso, intenta sobreponerse y mira fijo poniendo cara de hombre-G , esa con la que sale en las fotos de contraportada. Pero el vejete, le devuelve la mirada imperterrito. Es de los que dan miedo, no de los que lo sienten.

El vejete retoma el discurso:

- Español uno, usted se ha presentado como diputado de un partido marxista e ilegal y le ha amargado su merecido retiro a mi camarada Augusto. En lugar de perseguir el terrorismo separatista como es su obligación, se dedica a turbar el descanso de los difuntos. No se si es miembro del contubernio judeomasónico o el causante de la pertinaz sequía, pero usted es una vergüenza para la judicatura.

Garzón quiere hablar, defenderse, pero no consigue ni un balbuceo. El gesto impavido del vejete le obliga a rendirse y abandona el intento. El aparecido continua:

- Así pues, por este acto y con fecha inmediata dispongo su cese. Ya veremos si más adelante se le envía, cautivo y desarmado, por rojo, a un castillo donde se le aplicará el fuero castrense.”

El vejete se esfuma gritando:

- “¡Viva Yo mismo! ¡Arriba España!”

Pero garzón no tiene tiempo para relajarse porque inmediatamente por el fondo de la calle se oye un fragor de motocicletas. Cientos, miles de motoristas empiezan a acercarsele desde el fondo de la calle y las bocacalles. Llevan casco blanco tipo calimero, chupa negra cruzada de cuero y montan una Guzzi 450 con matricula “PMM-1001”. En la mano agitan un sobre manila grande donde se lee: “CESE Rmte: Palacio del Pardo”.

Garzón intenta huir, corre en todas direcciones. Pero no hay manera, no importa por dónde intente escapar, los motoristas le siguen y cada vez son más. Le están acorralando. Finalmente, dos perpendiculares y tres paralelas más abajo consiguen rodearle. Está en el suelo, agotado. A una señal, empiezan a tirarle encima los sobres del cese. Miles y miles, le van tapando, le quitan el aire. Se ahoga. Un último pensamiento cruza su mente: “Nunca debí romper el carné del SEU”.

Se despierta jadeando. Pasan unos segundos hasta que reconoce que está en su cama, empapado en sudor. Aún no respira bien del todo. “Joder, vaya pesadilla. Nunca más repetiré fabada encima del sushi. Pero a mi esto no me vuelve a pasar, ya se cómo arreglarlo mañana en el juzgado.”

Y se vuelve a dormir. ¿el sueño de los justos?

1 comentario:

  1. ¡Estupendo!.Esto sí que es un cuento de miedo,Phulpho. Deberías darle mayor difusión. Un saludo.

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